Archivo

 

Bajo el concepto de "archivo" comúnmente se entiende un "repositorio", es decir, un lugar utilizado para albergar distintos objetos que documentan algo del mundo (en tanto que dan cuenta de éste) en diferentes medios —textos, películas, imágenes, fotografías, registros sonoros, datos electrónicos, etc. No obstante, si bien archivo y repositorio aparecen como sinónimos, el primero se distingue del segundo en tanto que implica un acto de conservar más pensado, jerarquizado y hasta con una idea de completud —ofrecer un inventario exhaustivo sobre la clase de objetos que se alberga—, frente al segundo que se puede dar en forma más abierta y coyuntural.

Aunque la palabra archivo se aplica a distintos tipos de colecciones o documentos, privados o públicos, con frecuencia se le vincula con la institución que los alberga. Además, se relaciona con una forma de disposición de su contenido, según un criterio ideológico de orden y secuencia, en primer lugar para organizar su acomodo, pero también —consecuentemente— para permitir su fácil recuperación. Algunos de los criterios básicos de organización bajo los cuales convencional y hegemónicamente se ubican los contenidos son por orden alfanumérico de autores y obras, así como bajo criterios histórico-cronológicos.

Cabe además hacer una distinción entre la noción de archivo como institución, que se caracteriza como contenida, hermética y hasta cierto punto fija (Taylor 2017 [2003]) y la de "base de datos", que hoy en día se vincula sobre todo al medio digital y que refiere a un sistema de administración de datos que parece más abierto, ubicuo y centrado en la diseminación de sus materiales que en su simple resguardo (Folsom 2007; Chun 2008). Esta última, con el auge de las humanidades digitales, prometía ayudar a superar problemas de resguardo y de conservación al poder digitalizar cualquier tipo de documento, sin importar el medio en el que originalmente se hubiera conservado. Además, se mostraba más práctica al no requerir tanto espacio físico (cosa que ha merecido reconsideración al confirmar que aun los medios digitales requieren de espacios físicos de almacenamiento). Pero evidenció incluso que podía presentar sus propios problemas de caducidad y de acceso, mostrando su lado efímero dado el vertiginoso relevo que experimentan los formatos digitales (Chun 2008). Esto es particularmente cierto cuando pensamos en archivos digitales en audio que, según Jonathan Sterne "no envejecen con decoro", básicamente porque hasta ahora no han podido cumplir con una preservación de largo plazo (2009, 64).

Hasta finales del siglo XIX, el archivo era concebido como una parte esencial de la operación historiográfica, un repositorio para las fuentes primarias que se imaginaba como un espacio polvoriento y estático. La tarea del historiador era la de indagar en estos repositorios para encontrar las fuentes, contrastarlas, depurarlas y escribir una narración a partir de la cual se asentaba una idea de verdad de los hechos. De este modo, como herencia de una concepción positivista del conocimiento, se instauraba una división entre la Historia y la historiografía, separando a los actores de la historia de los observadores y testigos, con lo que se abrió una brecha entre los "hechos" y la "escritura de los hechos". En este orden de ideas, el archivo era concebido como una herramienta que trazaba un puente entre ambos dominios, gracias a la cual era posible alcanzar la objetividad a partir del procesamiento sistemático y metódico de las fuentes (Mendiola y Zermeño Padilla 1995, 247; Guasch 2011, 22-43).

La problematización conceptual sobre el archivo es algo que ocupó a varios pensadores en la segunda mitad del siglo XX, entre ellos Michel Foucault con su obra Arqueología del saber (2010 [1969]), donde refiere al archivo en un sentido distinto al que normalmente se tiene: para él un archivo remite a lo que puede ser dicho y al sistema que lleva a la posibilidad de un enunciado como algo particular, según las circunstancias históricas en las que se genera. Esta línea de reflexión fue luego retomada por Gilles Deleuze en su ensayo "Un nuevo archivista" (1987 [1986], 27-48), y luego por Jacques Derrida en el Mal de archivo (1996).

Siguiendo la idea de Jacques Derrida de que el archivo es tanto forma como función, el principio de "domiciliación" —la capacidad del archivo de albergar algo en un lugar específico— define la forma institucional del archivo como espacio en el que se consignan los objetos en un triple significado de la palabra: a) destinar un sitio específico para poner o colocar algo en él; b) dejar asentando un hecho por medio de la su inscripción o escritura —por ejemplo los archivos del registro civil—; y c) con-signar, es decir, reunir y acumular signos que conforman una unidad de sentido —por ejemplo los archivos privados de personajes históricos— (Derrida 1996, 10-11). De este modo, el archivo puede entenderse por su espacio, como sería el de un museo o una biblioteca, pero también por los datos que conserva y posee, como en una agencia gubernamental, los archivos policiales, o aun una colección de textos de carácter personal.

Desde la década de 1980 el archivo se ha convertido en uno de los conceptos fundamentales para comprender el arte del siglo XX, en gran medida gracias a las reflexiones teóricas sobre la conceptualidad del archivo iniciadas por Allan Sekula (1986), Jacques Derrida (1995), Hal Foster (1996), Benjamin Buchloh (1999) y Rosalind Krauss (1999). La concepción del archivo como sistema discursivo, que permite desdoblar sus funciones en un género, un medio, un tema o un método artístico, pone en crisis la noción del archivo como una colección de documentos objetivos.

Autores como Foster y Buchloh han insistido, sin embargo, en que el giro archivístico no es una novedad: su historia puede datarse en las primeras dos décadas del siglo XX. Es posible ubicar en estas décadas las prácticas protoarchivísticas en torno a la organización del conocimiento a partir de modelos didácticos —como los paneles de cuadros del artista plástico ruso Kasimir Malévich (1879-1935), exponente del suprematismo— o dispositivos mnemónicos asociados a archivos personales —como los álbumes collage de la también artista plástica alemana Hannah Höch (1889-1978), integrante del movimiento Dadá.

Sin duda, los antecedentes indiscutibles del archivo como práctica artística y crítica contemporánea pueden ubicarse en dos obras fundamentales: el Atlas Mnemosyne del historiador alemán Aby Warburg (1866-1929), iniciado en 1925 y desarrollado sistemáticamente entre 1928 y 1929, y el Libro de los pasajes del pensador alemán Walter Benjamin (1892-1940), iniciado en 1927 e interrumpido por la muerte de su autor en 1940.

El Atlas Mnemosyne consiste en cuarenta paneles de madera cubiertos con tela negra sobre los cuales Warbrug colgó cerca de mil fotografías e imágenes provenientes de libros, revistas y periódicos, que estaban organizadas en torno a diferentes temas. Los paneles en sí no han sobrevivido hasta nuestros días, pero contamos con fotografías de ellos tal como Warburg los dispuso antes de su muerte en 1929, aunque se sabe que el historiador solía hacer cambios en la disposición de las imágenes. Por otra parte, el Libro de los pasajes de Benjamin conjunta una variedad de citas históricas y literarias que giran en torno a la ciudad de París como capital del siglo XIX y ejemplo de la era moderna. Las citas se agrupan por temas o palabras clave, pero el autor omitió cualquier interpretación o comentario sobre ellas.

Ambas obras, aunque deudoras del método histórico, constituyen una ruptura con éste en tanto que permiten pensar la historia a partir de relaciones fuera de los órdenes cronológicos o temáticos. Privilegian, por el contrario, una historia subjetiva, rizomática y que completa su significado en el espectador-lector. Así, el valor del archivo no reside en su capacidad de establecer contigüidades formales o estilísticas, sino en su activación como procedimiento que permite, por vía del anacronismo, establecer relatos no-lineales.

En el ámbito hispánico destaca el libro de la historiadora del arte española Anna María Guasch, Arte y archivo: 1920-2010. Genealogías, tipologías y discontinuidades (2011), que ofrece un buen estado de la cuestión y un estudio extensivo de los principales artistas que han trabajado con el archivo. También podemos citar el libro de Ricardo Nava Deconstruir el archivo: la historia, la huella, la ceniza (2015), que aborda su relación con la historia, y la compilación de José Luis Barrios Afecto, archivo, memoria: territorios y escrituras del pasado (2016), que cuestiona el pasado desde una perspectiva afectivo-cognitiva.

Otros usos del archivo

Existen distintos tipos de archivo según los materiales que resguardan:

  • a) Archivos universitarios y escolares: este tipo de archivos resguarda materiales que se relacionan con una institución académica específica y por ende con un área del conocimiento particular, estando orientados a servir a la comunidad que se especializa en dicha área, por lo cual asigna los recursos que permiten su funcionamiento como repositorio, en primer lugar, y, en segundo, con la idea de también servir al público en general. Por esta razón, algunos archivos universitarios tienen reglas de acceso que restringen la revisión del material. Algunos ejemplos son el Archivo Histórico de la UNAM que a su vez alberga los archivos de la Escuela Nacional Preparatoria, los Harvard University Archives y los Oxford University Archives dentro de las bibliotecas de la Bodleian.
  • b) Archivos corporativos: en muchas empresas o compañías existen departamentos de archivo que preservan y administran los archivos del negocio en cuestión. Estos repositorios existen con la finalidad de servir a los intereses del personal resguardando los papeles de la empresa. Por lo general contienen los registros del personal, inventarios, finanzas, proyecciones de negocios, minutas de juntas, etc. Puesto que estos archivos se refieren a una compañía en específico, es posible que los materiales este tipo de archivos no sean de acceso público, o bien, si permiten la consulta, que lo hagan de manera restringida dependiendo de las políticas de la empresa y de la disponibilidad del personal. Ejemplos de archivos corporativos son los de Coca-Cola o de McDonald's.
  • c) Archivos de gobierno: son aquellos que coleccionan materiales vinculados a las entidades de gobierno locales, estatales o nacionales. Aunque este tipo de archivos debieran permitir y garantizar el acceso público a sus materiales, en la realidad no siempre son tan permisivos. A veces, para poder consultarlos, es preciso presentar primero una solicitud de libre acceso a la información y esperar varias semanas o meses a que la solicitud sea procesada. Los archivos gubernamentales suelen reservarse el derecho de mostrar u ocultar la información que ellos consideran que compromete la seguridad nacional. Un ejemplo de esto son los documentos del Archivo Nacional de Seguridad en los Estados Unidos, que evidencian una cantidad de censura importante, trabajados por la artista Jenny Holzer (1950- ). Otros ejemplos son el Archivo General de la Nación en México y el Archivo General de Indias, que custodia los fondos producidos por la administración española para los territorios ultramarinos durante el virreinato.
  • d) Archivos históricos: estos archivos tienen la meta de preservar objetos y documentos de relevancia histórico-documental. Algunos de estos archivos se centran en periodos en específico, en personajes históricos, en la trayectoria de instituciones especiales. Es común que muchos archivos históricos terminen resguardando también alguna parte de los archivos nacionales, o que sus funciones se confundan con la de los museos, que privilegian la preservación y exhibición de los objetos. Algunos ejemplos son los archivos de la revista LIFE sistematizados por Google, el archivo de barcos esclavistas de la Universidad de Emory y los archivos históricos del feminismo en México digitalizados por la UNAM.
  • e) Archivos religiosos. Los archivos religiosos se centran en las instituciones relacionadas con una fe o bien en lugares de culto religioso. Los materiales depositados en este tipo de archivos pueden estar habilitados para dar consulta pública o bien pueden servir sólo a los iniciados dentro de una fe o incluso servir sólo a los miembros que tienen una posición jerárquica superior. Los archivos religiosos tienden a cubrir intereses muy amplios, desde información para historiadores hasta para genealogistas. Algunos ejemplos: el Archivo Apostólico Vaticano, el archivo de la mezquita de Indianapolis Imam Warith Deen Muhammad, el sitio de manuscritos religiosos de la India http://indianmanuscripts.com/.
  • e) Archivos sonoros. los archivos sonoros tienen el objetivo de preservar el patrimonio sonoro de una comunidad. Es posible definir al documento sonoro como toda la información auditiva que puede registrarse en un soporte dado, que permita ser archivado, catalogado, conservado y difundido. Los archivos sonoros pueden resguardar archivos de la radio, paisajes sonoros, entrevistas, música popular, registros de lenguas originarias o grabaciones de conciertos. Puesto que este tipo de archivos conservan una gran cantidad de documentos que apoyan el resguardo del patrimonio cultural, su consulta suele ser pública. Algunos ejemplos son la Fonoteca Nacional en la Ciudad de México, la colección de audiolibros de LibriVox, que consiste en audiolibros de dominio público, el World Soundscape Project de R. M. Schafer y el archivo del folklorista Alan Lomax.
  • f) Archivos fílmicos: los archivos fílmicos pretenden conservar el patrimonio fílmico de una comunidad. Los archivos fílmicos pueden contener documentos personales de artistas y directores, textiles y escenografía, películas en distintos formatos, tecnologías como cámaras y micrófonos, fotografía y gráfica, como pósters y documentos asociados al cine. Algunos ejemplos son los archivos de la BBC, los archivos de la Asociación de Archivistas de la Imagen en Movimiento (AMIA) y los archivos de la Deutsche Kinemathek.
  • g) Archivos web: la estructura del internet permite que sea fácil pensarlo como un gran archivo o metaarchivo donde van a parar todas las páginas que forman parte de él. Pese a la imposibilidad de resguardar todo lo archivado en el internet, algunas iniciativas como The Internet Archive se han dado a la tarea de organizar y preservar archivos, hacer capturas de sitios públicos, recursos multimedia y software. Otros ejemplos son UbuWeb bajo la curaduría de Kenneth Goldsmith, un repositorio de obras de vanguardia en distintos medios y soportes que se puede consultar libremente; Monoskop, biblioteca colectiva dedicada a las artes intermediales, proyectos de vanguardia, estudios de medios y otras disciplinas semejantes, que está organizada por rubros y contiene también varios repositorios organizados mediante etiquetas, subcarpetas, etc.

Puesto que los museos y las bibliotecas comparten con los repositorios la meta de preservar objetos que tienen relevancia histórica o cultural, pueden considerarse como formas expandidas del archivo. Los museos generalmente reflexionan sobre cómo disponer los objetos y acercarlos al público, se encargan de su preservación y de la investigación en torno a ellos. Los museos también llegan a albergar los archivos de algunos artistas o coleccionistas de arte. Las bibliotecas, por el contrario, suelen enfocarse en los libros y documentos más que en los objetos, aunque también llegan a encontrarse estos en las bibliotecas donde reciben el nombre de realia. Las bibliotecas se encargan de preservar, catalogar, y difundir el patrimonio bibliográfico de una comunidad y suelen ser de consulta pública. Algunos ejemplos son la Biblioteca Pública de Nueva York, la Biblioteca Nacional de España, la Biblioteca Nacional de Francia. En cuanto a museos, algunos ejemplos son el MoMa, el Museo Jumex, Museo Nacional del Prado, el MACBA. Las bibliotecas además pueden contener colecciones especiales que albergan materiales que provienen de individuos reconocidos, familias, organizaciones que tienen un valor histórico y sobre todo por su vínculo con quien la nombra. Algunos ejemplos son la colección Sigmund Freud en la Library of Congress, la colección de papeles de Virginia Woolf en la New York Public Library, la colección latinoamericana Benson en la Universidad de Texas en Austin.

Los archivos y bibliotecas no poseen en sí mismos una dimensión intermedial, pero en tanto repositorios de obras y documentos de gran diversidad, permiten el estudio de estos desde enfoques que combinan la materialidad y medialidad de las obras. Además, muchas bibliotecas poseen departamentos que más allá de preservar las obras elaboran también estudios críticos de ellas, los que muchas veces analizan las relaciones intermediales y materiales presentes en ellas.

Ejemplos

Entre los artistas que produjeron obra en torno al archivo en las primeras décadas del siglo XX, podemos citar el trabajo de los fotógrafos Eugène Atget (1857-1927) y August Sander (1876-1964) en tanto que son primeras indagaciones que utilizaron la cámara como una forma de archivar perfiles sociales. Una veta similar, pero concentrada en la continuidad de la ruina de edificios industriales en la Alemania rural, puede encontrarse en el proyecto de Bernd (1931-2007) y Hilla Becher (1934-2015), iniciado en 1958. El Atlas de Gerhard Richter (1932- ), iniciado en 1962, mantiene en la actualidad más de cinco mil documentos fotográficos y recortes de prensa que el artista organiza a partir de relaciones subjetivas.

Alejándonos de la fotografía podemos citar también La Boîte-en-valise (1936- 1941) de Marcel Duchamp (1887-1968), un museo en miniatura guardado en una maleta para el cual Duchamp creó réplicas de sus obras más famosas (más sobre este ejemplo en la entrada de libro). Otro artista que ha basado su trabajo en el archivo es el japonés On Kawara (1932-2014), cuya serie Date Paintings Today (1966-2013)consiste en pinturas en las que consigna una fecha (día, mes y año) sobre un fondo de color.

Las exposiciones más importantes sobre el archivo han sido Deep Storage. Collecting, Storing and Archiving in Art (Munich / Nueva York / Seattle, 1977), que constituyó un diálogo entre artistas europeos y estadounidenses; Classified Materials: Accumulations, Archives, Artists (Vancouver, 2005), y Archive Fever: Uses of the Document in Contemporary Art (Nueva York, 2008), curada por Okuwi Enwezor. En México podemos destacar el proyecto M68. Ciudadanías en movimiento (Ciudad de México, 2018), que permitió hacer una revisión de los archivos públicos y privados sobre movimientos sociales a partir de la masacre de Tlatelolco. Pueden consultarse también las siguientes fuentes:

  1. Atlas Mnemosyne de Aby Warburg
  2. El libro de los pasajes de Walter Benjamin
  3. El Atlas de Gerhard Richter
  4. Las Time Capsules de Andy Warhol
  5. M68 a cargo de la UNAM

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